Corea: la barrera contra la guerra imperialista (parte 1)

Por Yuri Pérez

Decir Corea es decir resistencia, es decir revolución y es decir anti-imperialismo y si de algo sabe por desgracia el pueblo coreano, es de luchar incansablemente contra el imperialismo.

Una nación, Corea, una única nación, norte y sur, pese a que algunos actores políticos internacionales, con intereses nada cercanos a los intereses del pueblo coreano, sino cercanos al gran capital, hayan querido perpetuar durante más de siete décadas una división artificial de la Península de Corea. Una nación con siglos de independencia a sus espaldas, desde su fundación en el año 2333 a.C., con gran respeto por sus vecinos en Asia, vio cómo a partir del siglo XVI su independencia se empezaba a poner en entredicho. Incursiones e invasiones japonesas, chinas y rusas, se sucedieron a lo largo de ese siglo, con lo que tras echar a los invasores, Corea tomó la decisión de mantenerse inexpugnable a las potencias del mundo, cerrada en sus tradiciones, su cultura y su deseo de independencia. A partir de ese momento, se conocería a Corea como «el Reino Ermitaño».

Más duro si cabe sería el futuro para el pueblo coreano en los años venideros. Tras los coqueteos de la monarquía coreana con Japón a partir de 1876, que con el Tratado de Kanghwa ofrecía a Japón el derecho de «inmiscuirse» en los asuntos internos del país. Más tarde, en 1905, con la firma del Tratado de Eulsa, de facto una invasión parcial del país por parte del Imperio Japonés tras la guerra interimperialista ruso-japonesa y posteriormente en 1910 con la invasión total y la conversión en colonia japonesa (Tratado de Anexión de Japón y Corea), empezaría uno de los episodios más terribles que el imperialismo ha dejado a lo largo de la Historia de la Humanidad.

El fascismo japonés implantó la prohibición y eliminación de la cultura coreana, incluyendo la prohibición a los coreanos de utilizar su idioma, sus vestimentas tradicionales o sus peinados, las matanzas indiscriminadas de campesinos que se negaban a entregar sus cosechas al Imperio se generalizaron, centenares de miles de trabajadores y trabajadoras fueron explotados en las industrias japonesas (miles de ellos perecieron bajo el fuego de las bombas atómicas lanzadas por EEUU en las ciudades industriales de Hiroshima y Nagasaki), más de 450.000 trabajadores y trabajadoras fueron recluidos en campos de concentración para ser explotados en régimen de esclavitud (se les consideraba como «propiedades»), hasta 200.000 mujeres fueron obligadas a ser explotadas sexualmente durante años, como «mujeres de consuelo» para el uso y disfrute del Ejército Imperial Japonés y un largo etcétera de crímenes solamente comparables a los del nazismo alemán o los del imperialismo británico o estadounidense.

En todo este período, distintos grupos a favor de la independencia coreana lucharon incansablemente contra el horror del imperialismo japonés. Fue a partir de 1925 cuando el movimiento antijaponés empezó a estar verdaderamente organizado. Con ayuda de los partidos comunistas de China y la URSS, las guerrillas que operaban en Corea se fueron unificando y entendiendo que la lucha por la independencia debía ser también la lucha por el triunfo de la revolución socialista. Kim Il Sung lideraría ese proceso de lucha anti-imperialista y por el socialismo, que culminaría con la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

A partir de 1945 y con la fundación del Partido del Trabajo de Corea comenzó una era de prosperidad jamás vista por el pueblo coreano con la construcción del socialismo, que lamentablemente sólo pudo disfrutar la parte norte del país. La división territorial de la Península de Corea para la reorganización tras la Segunda Guerra Mundial se convirtió en división perpetua por los intereses del capitalismo y de la nueva potencia hegemónica del imperialismo: los EEUU. Las tropas soviéticas, la otra parte que acordó la división temporal, abandonarían Corea en 1948 según lo acordado con EEUU; los imperialistas norteamericanos, sin embargo, jamás abandonaron la Península. En 1950, los EEUU provocaron la Guerra de Corea causando dos millones de muertes y comenzando una nueva era de terror para el pueblo coreano.

(Continúa en el próximo número de «Unidad y Lucha»)

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